El redactor no redacta
El redactor no redacta textos, son los textos los que le redactan. El redactor no escribe inspiración con i, si no con t de trabajo. Sabe que la creatividad es un verbo y que a la palabra imposible le sobran dos letras. Saben eso de "Léeme deprisa que yo te escribiré despacio". Juega tan bien al escondite con la falta de inspiración que nunca se encuentran. Su imaginación nunca dimite. Las ganas de mojarse en esa lluvia de gotas que encierran mensajes, tampoco. Los límites, para marcar el pasarse de la raya. Los naufragios son incendios. Los sueños de la razón, naufragios. Tiene sed o frío y no piden agua o fuego si no libros. Si el trabajo le ahoga se lo bebe. Sus palabras mentirosas siempre dicen la verdad. Y no es dónde escribe sino a quién llega. Se muere por lo menos un par de veces y sigue el camino hasta el "me perdí otra vez". Escribe como colorean los niños. Y juega con el bote de adjetivos que tienen guardado en la alacena de su imaginación. Tiene letra pequeña pero no se la enseña a cualquiera. Su lápiz ha sido golpeado por un rayo en una tormenta y solo escribe en fosforito los días que no hace sol. El redactor es capaz de volver de los lugares donde nunca ha estado. Y por último, el texto de un redactor consigue decir adios y respirar al mismo tiempo.